Desde el mes de
junio del 2000 se aparecen en Sievernich: la Madre de Dios,
varios santos, el Papa Pío XII y san Gabriel Arcángel, a una
joven y sencilla madre de familia llamada Manuela. Sievernich se
encuentra aproximadamente a 30 km. al sudoeste de Colonia, cerca
de Zülpich y pertenece a la diócesis de Aquisgrán.
Los mensajes:
Manuela recibe mensajes de la Madre de Dios, de
algunos santos y de vez en cuando de Jesús mismo.
Estos mensajes son muy variados,
pero no superan las verdades que la Iglesia Católica siempre
ha enseñado. Aquí tan solo podremos mencionar algunos puntos
esenciales: la Madre de Dios nos hace una llamada a la
conversión, a hacer sacrificios y penitencias. Nosotros debemos
hacer uso del sacramento de la penitencia con mayor frecuencia y
recibir dignamente al Salvador en la Eucaristía, esto es, sin
haber cometido ningún pecado grave. Nosotros debemos arder de
amor a Dios y también no olvidarnos de nuestro prójimo. Ella
desea especialmente que a su divino Hijo le rindamos el honor
que se merece. Esta es la manera como Ella desea que adoremos al
Señor: a menudo y con fervor. Sí, nosotros debemos de orar
incesantemente. Ella desea que en todo lo que hagamos
permanezcamos pequeños y humildes. Ella hace una llamada a sus
hijos, los sacerdotes, a volver al buen camino y seguir a su
divino Hijo. También las profesías forman parte de sus mensajes.
Dirección de la Iglesia:
El Obispo competente ha designado para Manuela un sacerdote como
director espiritual.
Santa Teresa de Ávila:
la gran mística española y
Doctora de la Iglesia, le da consejos a Manuela regalándole
oraciones de una profundidad extraordinaria. Quien ha leido los
escritos de santa Teresa, nuevamente puede reconocer con toda
claridad en los textos que ella le revela, su manera de
expresarse y su temperamento.
Señal Eucarística:
durante la adoración ante el
Santísimo expuesto durante el encuentro de oración llevado a
cabo el 8 de noviembre del 2004 en Sievernich, muchas personas
vieron durante 15 minutos delante de la Hostia santa al Niño
Jesús. Cuando el sacerdote retiró la Hostia de la custodia
también desapareció el Niño Jesús.
Las tres “llaves”:
El día 7 de octubre del 2002, la Madre de Dios le dijo a
Manuela: “...Mi pequeña perla de oración, aquí te entrego las
llaves de mi divino y amado Hijo Jesucristo. ¡Calla, no hables
al respecto, guarda silencio! Las llaves te servirán de arma
contra todas las tinieblas. Ahora, tú sabes lo que pasará. ...
Sólo al santo Padre en Roma, mi amado Pastor, le daré las llaves.
Por favor no hables, pues no te creerán. No obstante, todo se
cumplirá.” Estos secretos le fueron entregados al santo Padre el
11 de febrero del 2004.
Peticiones del cielo en Sievernich:
La Madre de Dios desea una fuente de la Inmaculada para aliviar
a los que sufren. Pero un deseo aún mayor es la formación de un
centro espiritual en Sievernich. Jesús mismo dijo el 10.05.2003:
“Este lugar ha sido reservado para Mí y Mi Madre. Yo quiero que
las personas construyan un centro en este lugar, que esté al
servicio de la Iglesia, Mi Cuerpo, y de esta manera me servirán
a Mí. Servid con fidelidad y honradez a mi Padre que está en el
cielo, a Mí, su Hijo y a su Madre. Allá se deberá llevar a cabo
lo que Yo os enseñé, lo que dice la Iglesia. ¡Lo que Yo quiero
sucederá, Yo triunfaré!” La Madre de Dios dijo el
02.06.2003: “Yo lo deseo así, mi Hijo
lo desea. Yo deseo que se contruya un centro al servicio de la
fe en este lugar. Satanás expresará su furia. Yo estoy con
vosotros.”
Del Catecismo de la Iglesia Católica concerniente
a las revelaciones privadas:
En el transcurso de los siglos se han dado las
llamadas “revelaciones privadas” algunas de las cuales han sido
reconocidas por las autoridades de la Iglesia. Sin embargo,
éstas no pertenecen al bien supremo de la fe. Éstas no sirven
para “perfeccionar” o “completar” las revelaciones definitivas
de Cristo, sino que nos deben de ayudar, en un determinado
tiempo, a vivirlas con mayor profundidad. Bajo la dirección del
Magisterio de la Iglesia, el sentido religioso de los creyentes
sabrá percibir y diferenciar lo que en dichas revelaciones es
una verdadera llamada de Cristo o de sus santos a su Iglesia.
